“Cuando escuché la sentencia ni siquiera me sorprendí, mucho menos lloré. Sabía que me lo merecía… Soy Juan, tengo 27 años y he asesinado a tres personas, por dinero.
Crecí en la colonia Milagro de la Paz (la Curruncha) de San Miguel, una colonia peligrosa donde predominan las pandillas. Nunca conocí a mi papá que se supone es hondureño, porque según mi mamá soy su hijo único producto de una violación. Cuando cumplí 16 años las pandillas querían reclutarme, por lo que mi mamá me mandó para Apopa para que aprendiera el oficio de panadero y me alejara de las pandillas.
Apenas tenía dos años de vivir en la colonia El Tikal de Apopa, cuando sin importarme los consejos de mi mamá, me reclutaron los de la mara 18. Me metí a ese mundo fácil de pedir dinero bajo amenazas. Extorsionábamos a los microbuseros de la ruta 38 y a los de la ruta 109.
Cada fin de semana viajaba a la Curruncha. Un día un ‘cuate’ de la clica se robó un pick up y en él fuimos a San Miguel, con tan mala suerte que lo dejamos estacionado frente a la casa y pandilleros del lugar se lo robaron. No podíamos denunciar porque era robado, así que decidimos robarnos uno para regresarnos a San Salvador.
Nos robamos un carro cuatro puertas que tuvimos que abandonar en Usulután porque se recalentó y le comenzó a salir humo. Ahí asaltamos a un hombre y con el dinero pagamos taxi hasta Zacatecoluca, donde abordamos un bus para la capital.
Mi mamá se dio cuenta que yo andaba en malos pasos y vino a Apopa para reprenderme. Lo que nunca me dijo es que estaba preparando viaje para Estados Unidos. En 2003 se fue del país y ni siquiera se despidió de mí. Me molesté y dejé el trabajo en la panadería y me metí de lleno a la pandilla. Desde que se fue nunca ha hablado conmigo, aunque sé que está viva.
Hasta julio de 2006 yo había participado en extorsiones y asaltos, pero nunca había herido a nadie, muchos menos había matado a alguien, eso si ya estaba bien metido en el mundo de las drogas, no podía vivir sin cocaína y cuando menos marihuana. A principios del mes un hombre adulto nos preguntó a tres pandilleros si queríamos ganarnos mil dólares por matar a un enemigo suyo. No aceptamos.
Dos o tres días después nos dijo que nos ofrecía $1,500 por hacer el trabajo, pero tampoco aceptamos, sin embargo al siguiente día lo fui a buscar y le dije que yo solo le cobraba los $1,500 por matar al hombre, si me daba una pistola y me decía quién era la persona.
Me dio el arma y $750 en efectivo. La otra parte me la iba a dar cuando ya estuviera muerto su enemigo. Lo fui a esperar a una parada de buses a San Salvador, en la esquina de El Diario de Hoy, pero no pude. Lo tuve delante de mí y pude dispararle, pero no lo hice. Regresé y le dije que no lo había encontrado. Me pidió el arma y el dinero adelantado, pero yo ya me lo había gastado. Le prometí cumplirle a más tardar en tres días. Un sábado, como a las 8:00 de la noche vi al hombre en la colonia Popotlán, yo andaba bien endrogada, me le acerqué y le disparé dos veces. Se murió camino al hospital.
Llegue al cuarto que alquilaba e iba temblando. Yo pensaba que estaba soñando y que nada era cierto. Regresé a los dos días al lugar para corroborar que estaba muerto y tras comprobarlo fui a buscar al hombre que contrató. Prometió pagarme al siguiente día y me dejó el arma como garantía. Jamás lo volví a ver, solo sé que se llamaba Roberto y que era comerciante en el centro de San Salvador. Hace dos meses (la entrevista fue realizada la semana pasada) me contaron que se murió de leucemia.
Desde que maté a ese señor, todas las noches tenía pesadillas. Soñaba que mataba a mi mamá y que el señor que maté era mi papá hondureño. Miraba su rostro en la pared, por lo que tenía que drogarme para poder dormir.
Caí al cien por ciento en las drogas. Extorsionaba y robaba para drogas. Los miembros de mi clica sabían que yo había matado y a finales de 2007 me dijeron que un abogado ofrecía 2 mil dólares por matar al amante de su esposa. Yo nunca hablé ni conocí al abogado, pero estaba tan metido en las drogas que acepté, fui a Lourdes, Colón, para matar a ese señor. Le disparé dos veces, pero me reconocieron. Me escondí por varios meses y quien me contactó nunca me dio el dinero, siempre me dijo que el abogado no le había dado nada. Yo le preguntaba quién era ese abogado para ir a matarlo, pero nunca me lo dijo.
Prometí vengarme de “Looser” porque creía que él me había bajado con los $2,000, porque así me lo confirmaron otros pandilleros. Lo fui a buscar a Quezaltepeque y cuando lo encontré lo invité a tomar cervezas, lo puse ebrio y después alquilamos una mototaxi que nos trajo a Apopa. Cuando nos bajamos, le pegué un balazo en la cabeza y el mototaxista al ver eso se fue de inmediato. Yo creo que él me reconoció y avisó a la PNC; porque yo solía llegar mucho al parque de Quezaltepeque.
Me capturaron a los tres días. Me encontraba en el Distrito Italia cuando me detuvieron porque había una orden de detención por la muerte de dos personas. Hasta entonces no me acusaban por el segundo crimen. Le conté al abogado de la Procuraduría que ya antes había matado a otra persona y finalmente me procesaron por solo dos homicidios, porque el defensor me dijo que me quedara callado.
A finales de 2008 me condenaron por dos homicidios, por extorsión y por portación de armas. Yo ya sabía que me iban a condenar, pues la verdad es que me lo merecía. Me impusieron 75 años de cárcel. Entonces tenía 25 años de edad, es decir que saldría libre hasta los 100 años, pero no voy a vivir tanto. Es más, desde que vine a este penal siempre he pensado que en cualquier momento me van a matar. Usted está hablando con un futuro asesinado. Me lo merezco.
Si estoy arrepentido. Todas las noches sigo teniendo pesadillas con mi primera víctima. Como le di seguimiento antes de matarlo, recuerdo a la perfección su rostro y me imagino el dolor de su familia. En el juicio estaba su viuda y sus hijos que me miraban con sed de venganza. Conmigo no había nadie. Mi mamá me mandó a decir que se avergonzaba de mí y tiene razón, hasta yo mismo me avergüenzo, siempre me pregunto cómo me arruine mi vida y la de tres familias.
Se necesita ser verdaderamente malo para matar a alguien por dinero o estar sumido en las drogas. A mí me pasaron las dos cosas juntas. Estaba en las drogas y era malo. Soy malo. He platicado con un pastor evangélico que dice que si acepto a Cristo soy salvo. No le creo, yo no tengo perdón de Dios, hice demasiado daño, solo preso no puedo perjudicar a gente honesta.
Estoy seguro que en libertad seguiría extorsionando, asaltando y matando. No estoy loco, pero espero que nunca me saquen. Voy a pagar mis crímenes hasta que viva, si tengo suerte alguien me matará, sino voy a procurar buscar el camino de Dios, aunque nunca me perdone lo malo que he hecho.
En mi vida hay tres grandes recuerdos. El rostro de mi primera víctima, la sentencia de 75 años y el día que me colgué de un lazo para acabar con mi vida, pero con tanta mala suerte que la viga se quebró.
Hoy ya no pienso en suicidarme ni en la sentencia porque sé que en realidad solo podría pasar un máximo de 30 años preso y aquí los días pasan demasiado lentos. Lo que no puedo borrar de mi mente es el rostro de ese señor que maté.
Sí señor, yo maté a tres personas, a las tres por dinero. Soy un sicario que me avergüenzo de mi existencia.Publicado por: La pagina
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